Las sábanas quitaban el tacto a mi cuerpo.
La pulcritud. El sudor es un hastío, una amalgama que forzosamente arrullaba mi frente.
Y esta mañana al calor de ese verano incierto que se desquita en mi cabeza, pensaba terriblemente en la paciencia.
Me voy a dejar guiar por los surcos de las Odiseas, de los mares de Ulises, rompiendo en mi piel la ruta salvaje de las mareas.